
El impacto de los agrotóxicos en el medio ambiente: el caso de Arauco y su gestión en la industria forestal
Al paisaje misionero de la Ruta Nacional 12, sobre la zona de Alto Paraná, lo acompaña un olor a huevo podrido. Su carácter desagradable que parece rozar la descomposición emana preocupación entre los viajeros de la zona. Se puede ver que el horizonte es un verde monocolor: pinos altos en fila sembrados hasta en la banquina. "Todo es pino. Para el foráneo (o el desentendido) hasta parece un paisaje prolijo. Es como la soja, monocultivo, con uso de agrotóxicos, desalojos de campesinos e indígenas y ganancia para pocos", aseguran los vecinos de Puerto Piray.
Arroyos, puentes y casas de vecinos de Misiones adornan el recorrido, pero no logran camuflar lo inevitable: el efecto insoportable que genera el formaldehído, un agroquímico que se escapa por las chimeneas de los dos aserraderos de la empresa Arauco.

Desde 1950, la empresa Alto Paraná S.A. (APSA) se encuentra en Puerto Piray, a orillas del río Paraná. Es una de las empresas de plantaciones de celulosa más grandes de América Latina y la más importante de Argentina, forma parte del Grupo Arauco de Chile, el segundo mayor productor de celulosa del mundo. En la provincia de Misiones, la multinacional administra una planta de celulosa, dos viveros, una planta de remanufactura, una de MDF y dos fábricas en Puerto Esperanza, incluyendo el aserradero más grande de Argentina en Puerto Piray.
Alto Paraná S.A. reconoce la posesión de entre 232.000 y 256.000 hectáreas, esto representa entre el 8% y el 12% del territorio provincial. También, en los últimos 25 años, los monocultivos de pino y eucalipto han crecido en los bosques de la provincia. No solo se concentró en la tierra, sino también en las materias primas, por lo que los pequeños aserraderos agotaron los recursos madereros, su tecnología era obsoleta y finalmente cerraron, lo que aumentó el desempleo.
Por otra parte, gran parte de los trabajadores de la zona no fueron absorbidos por la nueva empresa para la producción de pasta de celulosa, debido a que el avance de las maquinarias intervino en las tareas de plantación (como la siembra y la cosecha) que originalmente generaban empleo. Estos primeros instantes en Puerto Piray es la entrada a la boca del lobo. El viento lleva esa porquería como advertencia. Es una primera señal que busca intimidar. ¿De quién es esta tierra ahora?
En Estados tiranos, a veces no se puede escapar de tener que elegir entre el destierro y la muerte. Esto parece replicarse en plena democracia o, al menos, una similitud que inquieta. Misioneros se aferran a pinos porque a su flora y fauna no pueden. La selva ya casi no está, solo tierra maltratada con un dejo de lo que alguna vez fue: tierra madre, nido de sus hijos humanos. Ellos pertenecen allí y son lo último que queda en pie. En la ausencia de un paisaje, propio pero ya perdido, son lo único que aún caracteriza la zona.
Esto para Arauco es una victoria casi alcanzada. Se lograron establecer en una tierra que era distintiva hasta ser privatizada. Sin las comunidades que quedan, sería solo monocultivo: pinos, uno detrás de otro; como un producto que se fabrica en masa. Una impresión masiva que solo genera copias de lo mismo, cada unidad es un peso más en el bolsillo de Arauco. Estos rodean cientos de hogares: los pinos crecen, las familias se desplazan. Tampoco hay quien garantice amparo a las comunidades que sufren expulsiones forzosas.
Acaparar un espacio es más sencillo cuando la comunidad está golpeada por la contaminación. Resiliente, pero débil. Según una serie de investigaciones realizadas, se estima que se consumen tres litros de plaguicidas al año por hectárea de tierra sembrada, lo que significa que la empresa derrama más de 70.000 litros del químico en Piray cada año.
El impacto en la salud de la población es múltiple: alergias por el polen que desprenden los árboles, cánceres, infecciones respiratorias, urinarias, renales y de la piel, deformidades y enfermedades crónicas. Las acciones de Arauco atentan contra la sanidad. Además de este severo impacto, Arauco ha destruido medios de vida y biodiversidad, contaminando así fuentes de agua. Entonces, parece ser que hay dos destinos posibles: ser desahuciado o forzado a dejar tu hogar. Sea cual sea el caso, el auge de la silvicultura es un freno a las comunidades aborígenes.
Milgrasos: Mielomeningocele
A raíz de esto, en el 2004 se creó la organización de Productores Independientes de Piray (PIP) a fin de luchar contra la desposesión propia del modelo de acumulación hegemónico y con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, los vecinos de la zona reclaman no sólo la ocupación de las tierras sino también la contaminación ambiental propia de la fumigación.
Asimismo, los pinares fumigados están a 70 metros de los hogares de los ciudadanos, quienes responsabilizan a la compañía por la aplicación de agroquímicos junto a sus viviendas. Si bien no existe una distancia para fumigar que sea completamente segura, algunas jurisdicciones argentinas, establecen prohibiciones (en un radio de al menos 500 metros de zonas habitadas) considerando su posible impacto en la vida de las personas.
Más aún, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Investigaciones Respiratorias, la mayor incidencia de enfermedades respiratorias se presenta entre los meses de junio y agosto, asociado a condiciones climáticas. Sin embargo, para el caso de Piray, según Miriam Samudio, la representante entrevistada de PIP, la mayor prevalencia se daría entre los meses de septiembre a noviembre, por coincidir con la etapa de floración de los pinos.
En este sentido, los problemas de salud se agudizan en las semanas posteriores a las fumigaciones de los pinares, lo cual concuerda con lo expresado por los demás entrevistados, quienes, además, reconocen la utilización de herbicidas como glifosato en las fumigaciones. "Es desesperante la forma en que se utilizan agrotóxicos y los efectos que tienen en la salud". "Se hicieron estudios que indican que el glifosato produce cáncer; tenemos altos índices de labio leporino, leucemia, cáncer de sangre; en una colonia con noventa familias hubo 20 casos de adenoides, totalmente anormal, y así muchas otras patologías", detalló la fuente que decide mantenerse anónima.
Por otra parte, un conjunto de organizaciones agrarias, ambientalistas, sindicales y de derechos humanos del pueblo mbyá guaraní reclaman al gobierno de Misiones que suspenda la actividad forestal industrial en el Corredor Verde de la selva Paranaense, último remanente continuo de este bosque nativo compartido con Brasil y Paraguay. Entre 1985 y el año pasado, Misiones taló 305.000 hectáreas de selva nativa, el 20% de la superficie de la provincia, confirmó un estudio científico reciente. Esos desmontes se destinaron, en su gran mayoría, a las plantaciones industriales con especies exóticas que superan las 400.000 hectáreas.
Por su parte, un grupo de investigación del Instituto de Biología Subtropical (IBS, CONICET – UNaM) planteó públicamente que "la alarmante desaparición de especies y ecosistemas que se registra a nivel global por el avance de la actividad humana obliga a revisar las prácticas y definir nuevas estrategias para el futuro". Ante esta información, tuvimos la intensión de que una fuente oficial nos brindara una explicación: nos comunicamos con el ministro de ecología, Victor Kreimer quien no puedo brindarnos de su tiempo para una entrevista debido a la agitada época de campaña.
Son varias las leyes provinciales vigentes que no se aplican y que tienen directa relación con el conflicto, aseguraron las organizaciones. Precisaron el incumplimiento de las leyes de: Creación del Corredor Verde, Área Integral de Conservación y Desarrollo Sustentable que comprende 1.108.000 hectáreas y 22 municipios (1999, ley XVI - N°60); reconocimiento a la preexistencia étnica y cultural del pueblo indígena mbyá (2003, ley 4.000); ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos (Ley XVI – N° 105) ;protección especial de los bosques protectores y sus nacientes de aguas; Instituto Misionero del Suelo y la expropiación de 600 hectáreas a Arauco para pequeños productores sin tierra en Puerto Piray (2013). A la fecha, solamente 160 se transfirieron a los trabajadores.
De esta forma, se considera relevante cuantificar en forma aproximada la utilización de herbicidas en el municipio. Dado un stock de 9.625 hectáreas forestadas y suponiendo una única fumigación anual (aunque en los primeros años se llega a fumigar dos veces) y una utilización conservadora de 1,5 litros de glifosato por hectárea (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, 2007), esto implicaría una aplicación anual de 14.437 litros de herbicida en Puerto Piray.
Los agrotóxicos son las armas con las que apuntan a los vecinos de Wanda, Puerto Piray, Puerto Esperanza y Puerto Libertad. A los riesgos ya descritos, se agrega otro que se descarga sobre la flora y fauna que habitan en las cercanías del predio de la Forestal Arauco: el agua. La multinacional pone en peligro el estado de este recurso vital para la biodiversidad. Se redujo su calidad y accesibilidad y es un patrón que se repite en diferentes comunidades: cuatro quintos de la población misionera se hidratan en sus arroyos.
Un ejemplo representativo de esta situación de carácter invasivo es el de la Reserva de Biosfera Yabotí, habitada por 15 comunidades mbyá guaraníes: su 80% es considerado 'deshabitado' y sometido a un extractivismo regulado.
La comunidad Puente Quemado II vive desde inicios de la década del 70 en Garuhapé (departamento de General San Martín), en el centro oeste de Misiones. El relevamiento territorial del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), en el marco de la Ley Nacional 26.160, le reconoce la posesión ancestral de al menos 657 hectáreas. Territorio en el cual, desde hace casi dos décadas, padece la intrusión de la empresa Arauco con monocultivos de pinos y eucaliptos en 331 hectáreas.
"Los arroyos donde niños se bañan y toman agua ya no son seguros", cuenta Ramón Báez, cacique de la comunidad Andrés Guacurarí. También, en Puente Quemado II, no hay acceso a agua fresca luego de que se extinguieran sus vertientes. El agua de ríos y arroyos es inútil desde que Arauco la dispone. Los cauces están contaminados con miles de litros de dióxido de cloro, lignina, azufre, hidro-sulfatos, furanos, fenoles, sulfuro de metilo, metales pesados y dioxinas. La muerte masiva de peces se asocia con todo esto.
Animales de todo tipo son víctimas. La toxicidad corrompe cada pequeña parte de un gran ecosistema. La presencia de glifosato en el suelo es dañina para crustáceos y moluscos, aves y anfibios. Hay una alta mortalidad de animales domésticos: gallinas y conejos que mueren fumigados como cucarachas. Aves de corral. Ganado: elemento indispensable en la dieta humana. Las consecuencias de la intoxicación de animales siguen arrastrando vidas incluso después de sus muertes: se estima que el consumo de estos tiene impactos negativos en la salud humana.
"Aparecen animales muertos en los pinales o cerca de ellos. Por ahí nosotros encontramos tatúes, venados o pájaros muertos. Y los animales están más flacos, no están bien alimentados… nosotros creemos que el pino hace que los animales tampoco tengan mucha comida y queden flacos, no tienen grasa, la que nosotros usamos como medicina también (Vera Chunu, Comunidad Puente Quemado II, 20/04/2022)". Es un efecto en cadena que parece no parar ni tiene piedad.
En la Argentina, la concentración de la propiedad de la tierra y su evolución adquiere características diferentes en cada región y especialmente en cada provincia. La antigua ruta nacional 12, de tierra, está desierta. En los primeros tramos sobresale la vegetación alta, árboles añosos, con largas ramas como brazos que se extienden sobre el camino. El paisaje cambia gradualmente. En Misiones, el problema del monocultivo de pino y el uso de agrotóxicos genera grandes impactos en la zona, tales como: acaparamiento de tierras, pérdida de cultivos nativos, problemas de salud por el uso de agrotóxicos, conflictos laborales, y poco respaldo estatal a la comunidad.
A modo de conclusión, las actividades transnacionales, ligadas a intereses y pautas globales, se concretan en actores transnacionales. En interrelación con actores locales y al llevar a cabo la producción de celulosa, se privatiza tierra, hogar de cientos de comunidades de campesinos e indígenas. Esto da lugar a una aplicación desmedida de agrotóxicos, que a su vez genera crisis socio-sanitaria en humanos y animales, un desalojo a cientos de familias y un impacto irreparable en suelo misionero.
"El pino cambió nuestra vida, ahora no hay más animales para cazar, ni tatús, ni coatíes ni otros. Cuando no había pinos no comprábamos la carne del pueblo, ahora no hay ni siquiera pájaros, ni palomas. Había más alimentos antes, ahora tenemos que comprar en el pueblo la comida, y a veces no tenemos para comprar y solo comemos mandioca. Tampoco hay más remedios. Antes había muchos frutales, como yabuticaba y otros, ahora estamos pobrísimos. Tampoco hay más peces. A las pipas ya no le ponemos más huesos de kochi, porque no hay más kochi (pecarí labiado)", testimonio de Vera, anciano Puente Quemado II, 06/05/2022. Es así como la Ruta Nacional 12, si bien intimida, es la alternativa a la que miles de misioneros recurren ante tal desposesión.